Extracto de la ponencia de:
Silvia Camurca, Articulación Femenista del Marcosur.
Silvia Camurca, Articulación Femenista del Marcosur.
La democracia es necesaria para el desarrollo de proyectos políticos, del “progreso” y de los derechos humanos así como también del desarrollo económico capitalista. Es en este desarrollo que hay que pensar al género y cómo existen todavía vestigios de un patriarcado, racismo y violencia que se traduce en una tutela de los “vasallos”.
En nuestra sociedad conviven formas de política relacionadas con lo horizontal, con la complejidad de la explotación, las nuevas expresiones y las nuevas formas de producir conocimiento. Pero este “progresismo” se ve amenazado por una cierta cultura política que aún posee cuatro pilares arcaicos. Es por eso que hay que democratizar la democracia –como decían hace tiempo las feministas-. Aún no tenemos una cultura de los derechos.
Hay una incapacidad de incidir en las decisiones. Si bien existe una gran cantidad de mujeres movilizadas para el trabajo social, estas no pueden influir en los contextos nacionales o del mundo. A esto se le suma dependencia económica. Nosotras avanzamos mucho en la autonomía del comercio, pero se mantiene al otro -ya sea en el mercado de trabajo o en la distribución de la tierra- siempre de forma dependiente. Si se trabaja, se hace con bajos sueldos y de forma desprotegida. En América Latina esto se agravó con la globalización, con los cortes de inversión en los gastos sociales y de cualquier apoyo al trabajo. Así, tenemos una superexplotación de las mujeres en su día de trabajo. Ellas están en condiciones más precarias y sin seguro social. Las mujeres rurales y urbanas siguen siendo un instrumento económico y de dominación. Y esto tiene que ver con la cultura de violencia que cada vez se agudiza más. La violencia doméstica es una parte de la visible en los conflictos económico-militares.
Otro pilar de la dominación de la mujer tiene que ver con la expropiación de nuestros cuerpos. Están aún más expropiados que años atrás gracias a una economía lucrativa que se basa sobre nuestro físico. Ya sea por la medicina estética o la industria del sexo internacional (el tráfico de mujeres o sexoturismo) hasta la no-legalización del aborto. Esto quiere decir que no podemos no ser madres. En ese sentido los fundamentalistas son quienes ponen más dificultades.
Todo esto me da la certeza que la Cooperación Española y las organizaciones civiles deben acordarse de que éstas últimas deben luchar desde su “lugar” para enfrentar la exclusión, explotación y opresión. Así se construye una mirada compleja y se formulan respuestas para los cambios. En fin, las organizaciones de mujeres apoyan las contradicciones del desarrollo de la democracia, pero organizan a las mujeres, insisten en la lucha social y política, ejercen un control social sobre el Estado e inventan la cultura política.
Esto sucede si se abren más espacios para debatir y las mujeres son tomadas como sujetos para la cooperación y el desarrollo de la democracia.
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